lunes, 10 de enero de 2011

rEbeca y el arcoiris (I)

Esto apareció publicado en diciembre de 2008 en un blog de varios amigos (no lo busqueis, es de acceso privado). Hoy se me ha ocurrido que lo podría publicar aquí, incluida la dedicatoria, a una de las blogueras a las que más admiro y cariño le profeso... El 4º y último capítulo se lo dedicaré a Ana.

Un lluvioso pero a la vez soleado día, Rebeca decidió que sería genial pasar por debajo del arcoiris, así que, ni corta ni perezosa, se encaminó en pos de su objetivo. Total, si aquello era luz que se reflejaba en el agua suspendida en el aire, solo era cuestión de avanzar. De modo que se puso en camino.

El camino estaba precioso, con todo verde, y envuelto en ese característico olor a tierra mojada que a ella le aportaba una inmensa paz. Se agachó, cortó una flor de esas amarillas que nadie sabemos, ni siquiera ella, cómo diantres se llaman, y se la acercó a la nariz. No olía a nada, pero no por ello dejó de aspirar con convicción. Da gusto caminar por aquí, se dijo, y avanzó con paso decidido.

No habría recorrido 500 metros cuando el conductor de un coche que avanzaba por la carretera, al verla caminar por el arcen sin más ropa que un vestido de manga corta y con una flor amarilla de esas que nadie sabemos, ni siquiera ella, ni él, cómo diantres se llaman, se detuvo a su lado y le dijo: ¿muchacha, tú eres la hija de mi vecino Anselmo, verdad? ¿a donde vas con la que está cayendo? ¿Necesitas que te lleve a alguna parte?

Rebeca se volvió hacia él y le dijo: Muchas gracias vecino, voy a pasar por debajo del arcoiris.

El conductor del vehículo, algo perplejo, le respondió: Pero niña, eso no es posible. Y ella se encogió de hombros, le miró de nuevo y le dijo: bueno, yo lo voy a intentar. ¡Feliz día vecino! y continuó con su paseo.

Me había olvidado de deciros que Rebeca era una jovencita preciosa, tenía cara de angel, un pelo negro lacio muy bonito, y los que la conocen dicen que jamás oyeron escapar de su boca una mala palabra. Yo creo que por eso el sol le hacía cosquillas en la cara, y la brisa levantaba su corta melena y la hacía descansar por detrás de sus orejas. Vamos, yo creo que era por eso, pero igual era por otro motivo, no se... Rebeca se llamaba así porque su padre se empeñó, en contra de la opinión de su madre, a la que le hubiese gustado que se llamara como ella, es decir, María del Carmen, Pero Anselmo le dijo que su niña era tan preciosa que le tenían que poner un nombre tan bonito como ella, y como no le parecía suficiente con María del Carmen, ni tampoco le iba a poner Anselma, pues eso, que Rebeca y punto.

En fin, que Rebeca continuó hacia su objetivo, cruzar por debajo del arcoiris. Media hora más tarde ya había avanzado un trecho considerable, aunque el arcoiris dichoso parecía seguir estando igual de lejos. Tendremos una larga jornada, pensó, mientras divisaba a lo lejos a un viejo que empujaba un carrito de esos que utilizan los viejos como él para recoger chatarra. No le costaría mucho trabajo alcanzarle en pocos minutos, y quizá ofrecerle su ayuda, pero esto ya os lo cuento otro día, ¿vale?

Esto de hoy está dedicado a Charlota

3 comentarios:

  1. eso no valeeeeeee.. dejarnos con esa intriga ;) jaja, cuanto talento! hermano, tocame a ver si se me pega ,) Besoss!
    [pd: acertaste en que ganaba el sonao como tú dices ... ohhhh, que superdecepción tengo... snifff...]

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  2. Hoy estás que te sales... (en cuanto a escribir en el mundo de los blogs...)

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  3. Huy! que recuerdos!!... Que buenos recuerdos.
    Sigue vivo el blog?.

    Muchos besos.

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