jueves, 27 de enero de 2011

dRomo y tEca

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Dromo y Teca son una pareja normal. Tan normal que casi nunca han coincidido en nada. A Dromo le gusta la montaña, sí, ponerse las botas de gore-tex y escalar peñas. También es muy aficionado a montar a caballo. En cambio a Teca le gusta más leer libros, que son su pasión, o acercarse a un centro de recreo infantil que hay junto a su casa, y echar una mano a las chicas que lo atienden, haciendo juegos para los niños.

En cambio a Dromo le gustan más las actividades deportivas, los deportes extremos, como carreras ciclistas, o incluso las de galgos. De vez en cuando Dromo se marcha con sus colegas, bicicleta en ristre, a ver a los perritos correr, mientras Teca, para no quedarse sola y aburrida, llama a sus amigas para tomar unos vinitos y debatir sobre el último premio planeta. Después, cuando ya están un poco achispaditas, se van a pegar unos bailoteos.

Lo que pasa es que luego, cuando coinciden a la vuelta, ya están los dos para el arrastre, y claro, así no hay sexo. Sólo discuten, discuten agriamente:

Me tienes ya harta, Dromo, todo el día metido en el hipódromo, o el canódromo, gastándote el dinero en apuestas.

Pues anda que tú, teca, todo el día metida en la biblioteca o en esa dichosa ludoteca, que parece que les debas dinero.

Al menos hago algo útil, no como tú, que no entiendo la manía esa de ir a destrozarte los pies al rocódromo, que te puedes caer, y partirte la espalda, vamos, por no hablar de si un día te caes de la bicicleta en el velódromo.

Pues mira guapa, al menos hago deporte, no como tú, que te vas por ahí con tus amigas esas tan ñoñas que tienes, a emborracharte a la vinoteca, y luego a lucirte ante todos los babosos de la discoteca...

Pero hace poco ocurrió algo extraordinario: Dromo y Teca mandaron unas etiquetas de las sopas de sobre a un concurso, y ganaron dos flamantes cámaras Canon. Y ahora han descubierto su pasión compartida por la fotografía. Y ahí los tenemos, felices, intentando hacerse un retrato el uno al otro... a través del visor, Dromo ha descubierto a una Teca desconocida para él, y viceversa.

(Hoy me apetecía retratar con palabras, en lugar de con la cámara: Esto es un retrato al más puro estilo rombo, intencionado no, intencionadísimo - es un pequeño homenaje... y lo dejo ya, que luego se me ruboriza el iceman)

miércoles, 26 de enero de 2011

rOmbo (eL lUnático aDoptado)


Para mi humilde modo de ver las cosas, una de las pocas ocasiones en que Dios se ha manifestado ante los hombres, fue aquella en la que, allá por el año 1975 bajó del cielo para decirles a unos señores bigotudos que se hacían llamar "eagles": vais a escribir una de las canciones más increibles y hermosas de la historia del rock. Así que estos señores, que a pesar de ser unos genios, unos dioses, la verdad es que pasaron por la historia del susodicho rock de puntillas, dieron al mundo la inigualable "Hotel California", que es un compendio de todo lo bueno que se le puede sacar a una voz y unos instrumentos musicales...

Poco antes había nacido en un punto indeterminado de España un tipo bastante tímido del que poco se conoce, aparte de que le gusta hacerse llamar Rombo, que es admirador de María José Hernández, y también de un tipejo que se hace llamar rayajo, y que él cree que escribe muy bien, hasta el punto de llamarle maestro (sic.) y también que, según las malas lenguas, es un admirable guitarrista.

Muchos son los que han tratado de ponerle nombre y apellidos a este Rombo, todo hay que decirlo, sin éxito hasta la fecha.

El caso es que un servidor disfruta de lo lindo leyendo sus historias, historias delirantes de personajes extraños, extravagantes, frikis, que diríamos ahora, que hacen gala de rarísimas aficiones y credos, pero con los que todos, en mayor o menor medida, nos sentimos identificados, aunque sólo sea en parte. También gusta este lunático adoptado, de contar historias de sucesos increibles, relaciones inverosímiles, aunque de una verosimilitud asombrosa, todo hay que decirlo...

Y mira por dónde resulta que a veces estas historias se me antojan sueños delirantes, delirios febriles, mira por dónde, muy parecidos al hilo argumental de esta canción que, si habéis pulsado a play, estaréis disfrutando en este momento. Historias, que, como todos los sueños, sobre todo sueños "raros", que solemos llamarles, tienen principio pero nunca tienen final. Y nos hacen darle a la imaginación, y pensar, urdir, deducir, meditar, debatir -porque en su blog todo el mundo debate-

Si es verdad, como él dice, que yo soy el responsable de que él escriba... (hmmm, eso lleva comisión?) Pues... me siento orgulloso (aunque no me lo trago).

Así que seguiré leyendo, dandole a la imaginación, pensando, urdiendo, deduciendo, meditando, debatiendo, y soñando, al fin y al cabo, porque a veces sueño, y entre las cosas delirantes que sueño, suelo soñar que un día aparece por la puerta, y me estrecha la mano, y me dice: hola, yo soy Rombo. Y en mi delirante sueño, me veo sentado a su lado, ambos guitarra en ristre, haciendo a dúo este memorable diálogo de guitarras con él...

...aunque para eso tendía que empezar por aprender a tocar la guitarra, todo hay que decirlo...

domingo, 23 de enero de 2011

oBture.com - gOl

Aquí está una de las últimas "obras" que he subido a obture.com, y que más felicitaciones ha recibido.

domingo, 16 de enero de 2011

mE vOy dE cAza

Me voy de caza. Ya me he puesto las botas, el pantalón de 200 bolsillos, y el forro polar. Me he preparado los bocadillos y la latita de refresco.

Me voy de caza, pero mi arma no es nigún rifle. No es un arma de fuego.

Me voy de caza, y me voy a hartar de disparar, pero no haré daño a ningún animal, a ningún árbol ni paisaje.

Solo los cazaré, y luego retornaré aquí con mis trofeos, y los subiré a obture.com, para que los podais disfrutar.

A ver que tal se da el día...

viernes, 14 de enero de 2011

lA gRan dEuda dE lA hUmanidad

Hace poco, ordenando cosas viejas, recuerdos que mi madre tenía guardados en lugares que nunca descubrimos, encontré un viejo álbum de recuerdos encuadernado por mi padre. Le hizo incluso una encuadernación casera y un índice, del que destacan dos títulos: "un día en el escorial": varios recuerdos y dos fotografías de una visita al escorial, y "adios a 1957", con una foto de mis padres bailando en la fiesta de nochevieja de ese año. El resto son recortes de periódico, ordenados e inventariados en el índice, cuyo primer titular era: "La gran deuda de la humanidad". Me quedé pensando a qué se referiría aquello. Así que cuando llegué a casa, me senté, como suelo hacer, en la encimera de mi cocina, lo abrí, y encontré este texto, que acabé de leer entre lágrimas:


Más o menos conscientes del hecho, todos estamos sujetos al peso de una deuda que unos han dado al olvido, otros tienen el propósito de pagar, otros han puesto el propósito en carriles de realización, y ninguno acaba de satisfacer cumplidamente. No hay ser humano que se haya podido considerar exento de dicha cuenta deudora, desde que el mundo es mundo.

Se trata de una deuda que abruma por su importancia y que inquieta por su contenido espiritual. Ese crédito, contabilizado contra nuestro haber, no puede ser satisfecho en moneda contante y sonante, porque, dada su índole, tiene inapreciable valor. Todos los tesoros de la tierra sumados en una sola columna serían insuficientes para conseguir su saldo. Es crédito de sacrificio, de apretado lance que lleva implícito, en ocasiones la posibilidad de trasponer las fronteras de la muerte; de riesgo que amenaza con la pérdida de la salud; de dar al olvido la nutrición por entregarse a nutrirnos; de velar mientras dormimos; de padecer mientras padecemos; de consagrarse a la plegaria permanente, cuando todavía no sabemos articular plegarias; de afrontar la escasez actual por labrar nuestra prosperidad futura; de sufrir humillaciones por nuestro bien; de verter lágrimas por evitar las nuestras; de enseñarnos a pronunciar las primeras oraciones y a conocer las primeras letras; de llevar nuestras manitas para iniciar nuestros primeros trazos sobre las pautas que nos hagan prácticos en la escritura. Sacrificio de todos los días y de todas las horas. Sacrificio de recreos; sacrificio de gustos; sacrificio de placeres. Es elegir lo más pobre o menos deleitoso para cedernos lo más rico y lo más selecto. Ahorrar para que nosotros gastemos sin tasa. Convertirse, despues, en nuestra encubridora cuando faltamos a nuestro deber. Hacer de sus propias carnes almohadilla sobre cuya inocencia reboten los azotes merecidos por nuestras culpas. Ser la enfermera incansable durante nuestras indosposiciones; la consejera en nuestras dudas; el consuelo en nuestras penas; la mediadora que consigue la realización de nuestros deseos. Ser para nosotros todo con humilde apariencia de ser nada.

Van escritas muchas palabras; demasiadas palabras. Pero todavía no son suficientes para encerrar la idea grandiosa de la Madre. De ese ser real que parece imaginado por un poeta. De ese hada capaz de hacer milagros por nosotros. De esa sublime donación qie Dios puso a nuestro lado para encerrar en una sola persona todos los parentescos, todas las amistades, todos los sostenes, todos los patrocinios y todos los abrigos reclamados por nuestras necesidades y nuestras miserias.

¡La madre! Todos tenemos la del cielo; pero, además, todos tenemos o hemos tenido una en la tierra. Si aún la tenemos, nunca sabremos quererla bastante. Si, por nuestra desgracia, la hemos perdido, nunca serán suficientes nuestras lágrimas para llorarla. En uno y otro caso, nunca podremos corresponder a su amor y a su perenne sacrificio con nustra inacabable gratitud.

Todos tenemos esa gran deuda que nunca seremos capaces de pagar ni en mínima parte.

Cada ser humano tiene o tuvo una madre. Fundamos a todas con la imaginación en un solo concepto universal, y tendremos la Madre despersonalizada, la Madre única que, como un bien del cielo, se reparte sin excepción por todos los pobladores del mundo de todas las generaciones, del mismo modo que las Hostias consagradas reparten un solo Cuerpo de Cristo entre todos los que comulgan en la Fe. Tendremos la Madre como idea, en vez de la Madre como ser. Y así podremos rendir culto a la maravilla de esa idea, cifra y compendio de tantos millones de Seres espiritualizados en ella. Comulguemos el Día dela Madre en la especie insacramental de la Madre Idea como el mejor tributo de amorosa devoción a la particular que nos cupo en suerte.

No recordemos al hacerlo que hay madres malas. Esas son madres con eme minúscula; no Madres encerradas en el nimbo de luz de una idea, sino madres de carne que dejaron de serlo desde aquel aciago sía en que nos alumbraron. Estas madres no existen en toda la imponderable amplitud de significación contenido en la Gran Palabra. Son instrumentos mecánicos de concepción que nos legan pobres montones de barro sin moldear.

La Madre verdadera es, sobre todo, la escultora de los espíritus. La redentora terrena de nuestras culpas; la mediadora en nuestros ensueños; el corazón quesiempre nos escucha y la inteligencia que siempre nos comprende.

Quien goce o gozó del beneficio que representa una buena Madre, tiene ante sí una gran acreedora que nunca reclama el pago de cuanto nos donó. Si es bueno, si en honrado, si es creyente, si es culto, si es buen conciudadano, y buen patriota, y buen amigo y buen practicante de la caridad, a ella se lo debe.

Todo eso es la obra inmensa realizada por la madre.

Cuando se piensa en unas excelencias de tan inaccesible altura, se siente pasar por la mente, con la velocidad de una ráfaga, este pensamiento disparatado; Eva fue mala porque no tuvo madre.

Luis MARTINEZ KLEISER
de la Real Academia Española.



jueves, 13 de enero de 2011

rEbeca y el aRcoiris (IV) (y último)

Hoy me ha pasado algo curioso... hoy he recibido una llamada de teléfono... y por vez primera he escuchado una voz que me ha resultado muy rara, pero que he reconocido de momento: Solo me ha dicho esto: Tu último post está incompleto, le falta un detalle. Revisa tu email... Así que ahí va Rebeca, con banda sonora by La niña del sur...

Rebeca...

Llevaría tiempo tratar de describir la cantidad de cosas buenas y bonitas, la cantidad de cualidades y virtudes de todas las personas que me rodean que he vertido sobre esta indolente personajilla que nos ha dejado boquiabiertos por su sencillez y optimismo.

Anselmo está un poco preocupado porque Rebeca aun no ha vuelto. A saber dónde andará la niña, se pregunta.

Anselmo y María del Carmen son gente sencilla, uno de esos matrimonios raros que, aparte de llevar muchos años juntos, además resulta que se siguen queriendo. Qué cosas. El caso es que ahí están, viviendo felices en su pueblecito, mientras cuidan amorosamente de su hija, que a pesar del paso de los años nunca se irá de casa. Rebeca es lo que se suele decir, una niña "especial", a causa del síndrome de down. Así que ahora mismo Anselmo tiene la lógica preocupación, aunque sabe que su hija no andará muy lejos. Es una chica muy lista

Rebeca esta agachada como si fuera un arquitecto que trata de aplicar unas reglas básicas de trigonometría para discernir la posible distancia que le separa del arcoiris. Sí que esta lejos, diantre!

A lo lejos se acerca un coche, un todo terreno cuyo runruneo le suena familiar a Rebeca. Poco a poco se acerca a su lado, mientras ella ya se ha incorporado y lo espera de pie junto a la rayita blanca esa que hay en el pavimento y sin la cual más de algún torpe nos saldríamos de la carretera. ¡¡Hola Papá!! ¿que haces aquí?

Rebeca, corazón, es un poco tarde. ¿Hoy te has pegado un buen paseo eh?

Si papá, ¿sabes? estaba tratando de pasar por debajo del arco iris. Dice Rebeca, mientras se sube al coche y cierra la puerta. ¿Tú crees que eso es posible?

Pues claro mi niña. (Aunque él en realidad piensa que no, porque en no sé dónde vio un día un gráfico que explica que el arcoiris es una especie de reflejo de la luz sobre el agua que sólo se contempla desde determinados ángulos. Es de suponer que si te acercas a él, se esfuma ante tu vista). Te diré lo que vamos a hacer. Hoy es que ya es muy tarde, pero otro día vamos a coger el todo terreno y nos vamos en su busca, que con el coche llegamos antes

¡Que bien papi!

Y si no lo conseguimos pues nada. Le decimos a Mamá que nos prepare una merienda y nos tiramos por ahi en el campo y nos la comemos. Qué te parece, ¿eh Rebeca?

Rebeca no contesta porque se ha dormido en el asiento del coche, echada hacia atrás y con las piernas ligeramente abiertas, dejando una cuenca de tela de su vestido sobre la cual descansan sus brazos extendidos. De sus manos blancas se han caido las flores amarillas que ya sabemos como se llaman, aramargos, que Anselmo recogerá del suelo del coche y guardará planchaditas dentro de las páginas de un libro, como siempre hace, porque él venera todo lo que hace ese ángel que la vida le entregó.

Está oscureciendo, y el sol que se esconde tras las montañas da a todo el paisaje un color rojizo muy especial. Un todoterreno avanza por la carretera que une Castrejos con Villaluz. En su asiento delantero derecho, una muchachita preciosa, de pelo negro lacio, duerme placidamente. En el izquierdo, un hombre de unos 50 años conduce mientras se come una magdalena de chocolate.

Y este último capítulo, según lo prometido, va dedicado a Ana

miércoles, 12 de enero de 2011

rEbeca y eL aRcoiris (III)

Play & read, ya sabeis

Rebeca se fue acercando con su pausado caminar hasta que alcanzó la entrada de la aldea. Allí, sentado en el quicio de la puerta de su casa, estaba el joven que comía mandarinas, y que, conforme vio acercarse a Rebeca, la fue siguiendo con la mirada. Al llegar a su altura, él la saludó cortésmente: buenos días!, a lo que ella, sin detenerse respondió; Buenos días! mientras continuaba su camino.

El joven siguió comiéndose sus mandarinas, y Rebeca se adentró en la aldea, mientras pensaba: vaya, tengo hambre, así que decidió buscar una panadería en la que comprarse algo de comer. Le encantaban las tortas de manteca, y pensó que una de ellas sería el complemento perfecto.

No pasó mucho tiempo antes de que encontrara la panadería del pueblo. De hecho era uno de los 8 comercios que tenía la localidad, junto con una barbería, una tienda de ultramarinos, la caja de ahorros, una mercería, el consultorio de un practicante, una sombrerería (sí, una sombrerería), y la oficina de correos.

Rebeca entró en la panadería atravesando esa típica cortinilla de tiras, hechas con canutillos de plástico insertados en una cadenita, que no tengo ni idea de qué nombre reciben, si es que tienen alguno. Creo que sirven para evitar la entrada de las moscas. Dentro del local había un amplio mostrador de madera tallada con motivos alusivos al oficio, una vitrina frigorífica con pasteles, y detrás del mostrador, una señora de pelo moreno tirando a canoso y con gafas, que cualquiera desearía que fuera su madre. Esta señora, que era muy amable, saludó alegremente a Rebeca con un efusivo buenos días, y le preguntó: ¿qué deseas, bonita?

¿Tiene tortas de manteca, señora? Dijo Rebeca

Sí, claro, y muy buenas además, están hechas de esta misma mañana. Contestó la panadera

Pues póngame una para comérmela ahora mismo, que tengo un hambreeee

¿La quieres de chicharrones o de solo azúcar? Preguntó la mujer.

De azúcar, no me gustan mucho los chicharrones, respondió Rebeca con una leve sonrisa.

Pues aquí tienes, niña, son 60 céntimos.

Un momentito, contestó Rebeca, y agachándose, extrajo del costado de una de sus botas un minúsculo monedero de piel del que sacó una moneda de 1 euro, alargándosela a la señora.

Anda!, exclamó la mujer, de dónde has sacado eso?

¡Ah! respondió Rebeca, es un invento de mi padre, que le gusta mucho la caza, y llevar bolsillitos por todas partes. A mí no me gusta la caza, pero sus inventos son muy útiles.

Pues sí, tienes razón, respondió la panadera, mientras tendía a Rebeca su mano con los 40 céntimos de la vuelta

Quédese con el cambio señora, tampoco estoy muy segura de si me cabría en el monedero. Y dicho esto volvió a guardar el micro-monedero en su bota, y alargó la mano izquierda para coger la torta que la mujer le alargaba medio envuelta en una servilleta: Qué te aproveche corazón, le dijo, pero la propina es excesiva: quieres llevarte una magdalena de chocolate? Vas muy lejos? Te vendrá bien algo más que llevar al buche.

Rebeca le dijo: ¡Vale! qué bien, me encanta el chocolate! Voy de excursión, señora y me ha dado hambrecilla

Vas a la fuente de Castrejos?

No, señora, voy a cruzar por debajo del arcoiris, dijo Rebeca mientras daba un mordisco a la torta de manteca, lo que le dejó el bigote y la comisura de los labios llena de azúcar.

Contra! Pero si eso está muy lejos!

Bueno, contestó rebeca con la boca medio llena, y tras hacer una pausa para tragar el bocado prosiguió: yo lo voy a intentar... cuando me canse me doy la vuelta.

La mujer la miró con cara de estar pensando: bendita juventud, y tras unos segundos de silencio le dijo: Toma encanto, llévate un zumito para el camino, mientras le ofrecía un pequeño tetra-brik de zumo de esos pequeñitos. No vendo de esto aquí, son del ultramarinos, los suelos tener para las meriendas de mis hijos. Anda llévatelo.

Rebeca le dio las gracias y cogió el zumo y la magdalena, mientras la señora le tendía una bolsa de plástico: toma, toma una bolsa, cielo.

Muchas gracias, señora, que tenga un buen día! Y dándose la vuelta mientras saludaba con la mano, salió de la tienda atravesando de nuevo la cortinilla, que se quedó despidiéndola con su característico click click.

Y Rebeca salio a la calle, comiéndose su torta, mientras pensaba: qué rica!

martes, 11 de enero de 2011

rEbeca y eL aRcoiris (II)



Hoy lleva banda sonora...

¿Puedo echarle una mano, buen hombre?

El anciano detuvo su pesado caminar, pesado porque empujaba un carro que superaba con creces su propio peso corporal, y miró fijamente a aquél ángel de negros cabellos que le miraba como esperando una respuesta, mientras sonreía de un modo indescriptible.

Esto pesa mucho niña. Yo soy un pobre viejo que recoge chatarra, seguro que tienes algo más interesante que hacer.

Rebeca respondió: Bueno, la verdad es que salí con una idea importante en la cabeza, pero el caso es que ayudarle a usted me parece más importante en estos momentos.

Mira, te diré lo que vamos a hacer, niña. Me voy a tomar un pequeño descanso para echar un pitillo y me cuentas qué es eso tan importante que tienes que hacer. Con eso me daré por satisfecho.

Vale, dijo ella con ese aire de jovialidad que caracteriza a todas las chicas hermosas de lindo pelo negro que persiguen al arcoiris y que se llaman Rebeca.

El anciano se sentó en uno de esos marmolillos que delimitaban la carretera, de esos que se hacían cuando las carreteras se construían a pico y pala, y sacó un paquete de ducados mientras un coche pasaba a gran velocidad, difundiendo por el aire el olor a sudor del anciano, e inflando de nuevo la corta melena de Rebeca, a la que no pareció inmutar ni el olor del anciano, ni la inadecuada velocidad a la que les había rozado el coche.

Mientras encendía su cigarrillo, el viejo musitó: malditos coches, no tienen el menor respeto. Pensarán que empujo este carro por gusto... a ver dónde esperan que me meta...

Rebeca le miró con un gesto de comprensión infinita y le dijo: voy siguiendo el camino a ver si consigo pasar por debajo del arcoiris. ¿Se ha fijado lo bonito que es?

El anciano alzó la cabeza y dirigió la mirada hacia el arcoiris, que coronaba el horizonte, dio una larga calada a su cigarrillo, y tras exhalar el humo pausadamente respondió: Nunca se me había ocurrido hacer eso. Yo me limito a mirarlo de lejos... Te gustan los aramargos?

¿Aramargos? ¿Qué es eso señor? Dijo Rebeca

La flor que llevas en la mano, niña. Cuando yo era niño, durante la guerra, nos los comíamos porque no había otra cosa. El hambre era muy mala. Menos mal que esos tiempos pasaron. Ahora no me falta un buen plato de comida calentito al llegar a casa y mi pitillo.

No sabía que se llamaban así, abuelo. Me gustan, son bonitos. Cuando llega la primavera se pone todo el campo amarillo y verde, y es precioso.

No vuelvas muy tarde a casa, niña. Sigue al arcoiris, pero no te vayas a perder por el camino.... Voy a seguir yo el mío, que me queda bastante aun por recorrer, aunque no tanto como a ti.

Descuide señor, no se preocupe.

Y así, ambos, rebeca y el anciano, reanudaron su camino, portando cada uno algo nuevo que recordar y contar cuando llegaran a casa. Mientras caminaba e iba dejando atrás al anciano con su carrito, cosa que sabía porque el leve chirrido de las ruedas poco engrasadas del carro del viejo se escuchaba cada vez más lejano, fue acercándose a una aldea pequeñita que ella no conocía, porque nunca había avanzado tanto por ese camino, lo que hizo a Rebeca pensar: sí que está lejos el dichoso arcoiris. Se detuvo un momento, contempló el horizonte, respiró hondo y luego exclamó: ¡ay!

Y tras este suspiro siguió caminando, ya a no mucha distancia de la entrada de la aldea, donde un joven, sentado en el tranco de la puerta de su casa, comía mandarinas. Pero esto, como os podéis imaginar, ya es parte del próximo capítulo, que, junto con este, seguirá estando dedicado a la misma amante de las letras que el anterior.

lunes, 10 de enero de 2011

rEbeca y el arcoiris (I)

Esto apareció publicado en diciembre de 2008 en un blog de varios amigos (no lo busqueis, es de acceso privado). Hoy se me ha ocurrido que lo podría publicar aquí, incluida la dedicatoria, a una de las blogueras a las que más admiro y cariño le profeso... El 4º y último capítulo se lo dedicaré a Ana.

Un lluvioso pero a la vez soleado día, Rebeca decidió que sería genial pasar por debajo del arcoiris, así que, ni corta ni perezosa, se encaminó en pos de su objetivo. Total, si aquello era luz que se reflejaba en el agua suspendida en el aire, solo era cuestión de avanzar. De modo que se puso en camino.

El camino estaba precioso, con todo verde, y envuelto en ese característico olor a tierra mojada que a ella le aportaba una inmensa paz. Se agachó, cortó una flor de esas amarillas que nadie sabemos, ni siquiera ella, cómo diantres se llaman, y se la acercó a la nariz. No olía a nada, pero no por ello dejó de aspirar con convicción. Da gusto caminar por aquí, se dijo, y avanzó con paso decidido.

No habría recorrido 500 metros cuando el conductor de un coche que avanzaba por la carretera, al verla caminar por el arcen sin más ropa que un vestido de manga corta y con una flor amarilla de esas que nadie sabemos, ni siquiera ella, ni él, cómo diantres se llaman, se detuvo a su lado y le dijo: ¿muchacha, tú eres la hija de mi vecino Anselmo, verdad? ¿a donde vas con la que está cayendo? ¿Necesitas que te lleve a alguna parte?

Rebeca se volvió hacia él y le dijo: Muchas gracias vecino, voy a pasar por debajo del arcoiris.

El conductor del vehículo, algo perplejo, le respondió: Pero niña, eso no es posible. Y ella se encogió de hombros, le miró de nuevo y le dijo: bueno, yo lo voy a intentar. ¡Feliz día vecino! y continuó con su paseo.

Me había olvidado de deciros que Rebeca era una jovencita preciosa, tenía cara de angel, un pelo negro lacio muy bonito, y los que la conocen dicen que jamás oyeron escapar de su boca una mala palabra. Yo creo que por eso el sol le hacía cosquillas en la cara, y la brisa levantaba su corta melena y la hacía descansar por detrás de sus orejas. Vamos, yo creo que era por eso, pero igual era por otro motivo, no se... Rebeca se llamaba así porque su padre se empeñó, en contra de la opinión de su madre, a la que le hubiese gustado que se llamara como ella, es decir, María del Carmen, Pero Anselmo le dijo que su niña era tan preciosa que le tenían que poner un nombre tan bonito como ella, y como no le parecía suficiente con María del Carmen, ni tampoco le iba a poner Anselma, pues eso, que Rebeca y punto.

En fin, que Rebeca continuó hacia su objetivo, cruzar por debajo del arcoiris. Media hora más tarde ya había avanzado un trecho considerable, aunque el arcoiris dichoso parecía seguir estando igual de lejos. Tendremos una larga jornada, pensó, mientras divisaba a lo lejos a un viejo que empujaba un carrito de esos que utilizan los viejos como él para recoger chatarra. No le costaría mucho trabajo alcanzarle en pocos minutos, y quizá ofrecerle su ayuda, pero esto ya os lo cuento otro día, ¿vale?

Esto de hoy está dedicado a Charlota

aManda






Amanda despertaba de sus antibióticas siestas empapada en sudor. No sabía muy bien por qué, aunque en el fondo lo sabía. Se quedaba mirando fijamente a la ventana durante interminables minutos. Luego caía de nuevo rendida sobre su almohada.

hale, pa que meditéis un poco...

lunes, 3 de enero de 2011

pOr sI aLguien sE pRegunta...


...qúe ando haciendo el lugar de publicar estúpidos posts en mi blog: Pues hacer fotos. Y colgar algunas en un portal de fotografía llamado obture.com

Esta semana me he llevado la agradable sorpresa de que en este portal, una de mis fotos, ésta de arriba, ha sido elegida como una de las 10 mejores de diciembre. No lo ha decidido un comité de sesudos sabios de la fotografía, no. Lo ha decidido una máquina, que utiliza un algoritmo secreto, que supongo que tendrá en cuenta factores como el número de felicitaciones recibidas, etc.

En cualquier caso, ha sido una gran noticia para mí, y estoy muy contento y orgulloso, a pesar de su insignificancia, porque, al fin y al cabo, si he de considerarme fotógrafo, me considero un fotógrafo insignificante. Llevo esto en las venas desde pequeño, pero también me he pasado, por unos motivos u otros, 30 años largos sin dedicarme a ello.

Esto me anima a seguir. Y se la voy a dedicar de nuevo a los mismos del otro día: Mamá, JJ, Jess, Fernando, Marta, Sofi, Rolf, y también a Alberto (el otro día me olvidé de ti) que es mi gran consejero en temas de hardware fotográfico.