viernes, 14 de enero de 2011

lA gRan dEuda dE lA hUmanidad

Hace poco, ordenando cosas viejas, recuerdos que mi madre tenía guardados en lugares que nunca descubrimos, encontré un viejo álbum de recuerdos encuadernado por mi padre. Le hizo incluso una encuadernación casera y un índice, del que destacan dos títulos: "un día en el escorial": varios recuerdos y dos fotografías de una visita al escorial, y "adios a 1957", con una foto de mis padres bailando en la fiesta de nochevieja de ese año. El resto son recortes de periódico, ordenados e inventariados en el índice, cuyo primer titular era: "La gran deuda de la humanidad". Me quedé pensando a qué se referiría aquello. Así que cuando llegué a casa, me senté, como suelo hacer, en la encimera de mi cocina, lo abrí, y encontré este texto, que acabé de leer entre lágrimas:


Más o menos conscientes del hecho, todos estamos sujetos al peso de una deuda que unos han dado al olvido, otros tienen el propósito de pagar, otros han puesto el propósito en carriles de realización, y ninguno acaba de satisfacer cumplidamente. No hay ser humano que se haya podido considerar exento de dicha cuenta deudora, desde que el mundo es mundo.

Se trata de una deuda que abruma por su importancia y que inquieta por su contenido espiritual. Ese crédito, contabilizado contra nuestro haber, no puede ser satisfecho en moneda contante y sonante, porque, dada su índole, tiene inapreciable valor. Todos los tesoros de la tierra sumados en una sola columna serían insuficientes para conseguir su saldo. Es crédito de sacrificio, de apretado lance que lleva implícito, en ocasiones la posibilidad de trasponer las fronteras de la muerte; de riesgo que amenaza con la pérdida de la salud; de dar al olvido la nutrición por entregarse a nutrirnos; de velar mientras dormimos; de padecer mientras padecemos; de consagrarse a la plegaria permanente, cuando todavía no sabemos articular plegarias; de afrontar la escasez actual por labrar nuestra prosperidad futura; de sufrir humillaciones por nuestro bien; de verter lágrimas por evitar las nuestras; de enseñarnos a pronunciar las primeras oraciones y a conocer las primeras letras; de llevar nuestras manitas para iniciar nuestros primeros trazos sobre las pautas que nos hagan prácticos en la escritura. Sacrificio de todos los días y de todas las horas. Sacrificio de recreos; sacrificio de gustos; sacrificio de placeres. Es elegir lo más pobre o menos deleitoso para cedernos lo más rico y lo más selecto. Ahorrar para que nosotros gastemos sin tasa. Convertirse, despues, en nuestra encubridora cuando faltamos a nuestro deber. Hacer de sus propias carnes almohadilla sobre cuya inocencia reboten los azotes merecidos por nuestras culpas. Ser la enfermera incansable durante nuestras indosposiciones; la consejera en nuestras dudas; el consuelo en nuestras penas; la mediadora que consigue la realización de nuestros deseos. Ser para nosotros todo con humilde apariencia de ser nada.

Van escritas muchas palabras; demasiadas palabras. Pero todavía no son suficientes para encerrar la idea grandiosa de la Madre. De ese ser real que parece imaginado por un poeta. De ese hada capaz de hacer milagros por nosotros. De esa sublime donación qie Dios puso a nuestro lado para encerrar en una sola persona todos los parentescos, todas las amistades, todos los sostenes, todos los patrocinios y todos los abrigos reclamados por nuestras necesidades y nuestras miserias.

¡La madre! Todos tenemos la del cielo; pero, además, todos tenemos o hemos tenido una en la tierra. Si aún la tenemos, nunca sabremos quererla bastante. Si, por nuestra desgracia, la hemos perdido, nunca serán suficientes nuestras lágrimas para llorarla. En uno y otro caso, nunca podremos corresponder a su amor y a su perenne sacrificio con nustra inacabable gratitud.

Todos tenemos esa gran deuda que nunca seremos capaces de pagar ni en mínima parte.

Cada ser humano tiene o tuvo una madre. Fundamos a todas con la imaginación en un solo concepto universal, y tendremos la Madre despersonalizada, la Madre única que, como un bien del cielo, se reparte sin excepción por todos los pobladores del mundo de todas las generaciones, del mismo modo que las Hostias consagradas reparten un solo Cuerpo de Cristo entre todos los que comulgan en la Fe. Tendremos la Madre como idea, en vez de la Madre como ser. Y así podremos rendir culto a la maravilla de esa idea, cifra y compendio de tantos millones de Seres espiritualizados en ella. Comulguemos el Día dela Madre en la especie insacramental de la Madre Idea como el mejor tributo de amorosa devoción a la particular que nos cupo en suerte.

No recordemos al hacerlo que hay madres malas. Esas son madres con eme minúscula; no Madres encerradas en el nimbo de luz de una idea, sino madres de carne que dejaron de serlo desde aquel aciago sía en que nos alumbraron. Estas madres no existen en toda la imponderable amplitud de significación contenido en la Gran Palabra. Son instrumentos mecánicos de concepción que nos legan pobres montones de barro sin moldear.

La Madre verdadera es, sobre todo, la escultora de los espíritus. La redentora terrena de nuestras culpas; la mediadora en nuestros ensueños; el corazón quesiempre nos escucha y la inteligencia que siempre nos comprende.

Quien goce o gozó del beneficio que representa una buena Madre, tiene ante sí una gran acreedora que nunca reclama el pago de cuanto nos donó. Si es bueno, si en honrado, si es creyente, si es culto, si es buen conciudadano, y buen patriota, y buen amigo y buen practicante de la caridad, a ella se lo debe.

Todo eso es la obra inmensa realizada por la madre.

Cuando se piensa en unas excelencias de tan inaccesible altura, se siente pasar por la mente, con la velocidad de una ráfaga, este pensamiento disparatado; Eva fue mala porque no tuvo madre.

Luis MARTINEZ KLEISER
de la Real Academia Española.



3 comentarios:

  1. Vaya carga de sentimientos!!! Y qué derroche de actividad estos días en este blog...

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  2. Precioso homenaje a la madre, que junto al del padre (ambos igualmente empatados) son la muestra del AMOR MAS INCONDICIONAL QUE EXISTE.
    ¡viva la MADRE que te parió!!! Esto se lo dijeron una vez a mi hijo, y creo que es uno delos piropos más bonitos que me han dicho, ahora te lo digo yo a ti.

    Qué orgullosa tiene que estar, y digo "tiene" porque ella SIEMPRE EXISTE Y EXISTIRÁ, DONDE QUIERA QUE SEA -en este o en otro Mundo mejor- PARA SEGUIR SIENDO VUESTRO ÁNGEL.
    Las madres intentamos simpre ser ángeles amorosos, protectores, guías, luz, estrellas, entrenadoras (que no es lo mismo que no vigilantes).
    Qué guapa está...Parece una actriz.
    Y la foto en blanco y negro, qué bonita...
    Me quito el sombrero

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