martes, 26 de abril de 2011

mIguel

Cuando hay un factor generador de un hecho, es probable que éste se produzca. Cuando confluyen dos, o más, este hecho es inevitable...

Miguel está sentado en una silla, con la mirada clavada en el infinito, o quizás en ninguna parte, porque a Miguel pocos sitios le quedan ya a los que mirar, que no asusten. Lleva una ropa normalita, medianamente cuidada, pantalón y camisa, pero lo que me llama la atención es su delantal de color gris, que inmediatamente asocio con la olla de hierro con tapadera cuya presencia he advertido sobre uno de los fogones apagados de la cocina en penumbra.

Así que ahí está, esperando a que yo termine, como si no quisiera molestarme en mis tareas, mientras un continuo movimiento reflejo mueve su cabeza a izquierda y derecha constantemente, como si se pasara el rato diciendo que no. Incluso he llegado a pensar que este tic, o lo que sea, pudiera ser un reflejo casual de la situación, algunos de cuyos detalles en ese momento Miguel no comprende.

Sentado en su silla, descansa su brazos sobre el delantal, con los dedos de las manos entrelazados. Una vecina asoma: Miguel! Estás bien? tienes la puerta abierta...

Soy yo señora, contesto, que le estamos instalando esto y ha bajado mi compañero a por unas herramientas que nos hacen falta.

Al menos le tienen a usted bien cuidado sus vecinas. Miguel me ha contado un poquito antes que enviudó hace 4 años, y que aun no levanta cabeza. Ya es demasiado mayor par todo lo que se le ha venido encima, aunque aguanta, y más o menos, se las apaña solo.

Son muy buenas mis vecinas, me cuidan mucho. El viernes santo una me trajo de comer. Miguel habla en tono emocionado, en el tono del agradecimiento por las cosas pequeñas y sencillas que la mayoría de nosotros generalmente no estamos dispuestos a dar aunque no nos cueste nada.

No se me olvida su rostro surcado de arrugas, ni su timbre de voz, ni su amabilidad y humildad, ni cómo me ha estrechado la mano cuando me marchaba, ni se me olvida su delantal gris. Personas como Miguel las hay a porrillo. Hubiera sido una foto preciosa, pero sacar la cámara no era oportuno.

Este es su retrato, y es para ti...

viernes, 22 de abril de 2011

lA cHica

Sé que ando un poco perdido. Entre otras cosas porque no tengo tiempo para casi nada, aunque en mi descargo diré, que lo avisé de un modo oficial.

El poco tiempo del que dispongo ahora, algunos ya sabéis que lo dedico a mi gran pasión, la fotografía. Quizá me juzgaréis de cómodo, pero es una gran verdad que con una cámara se cuentan historias en mucho menos tiempo que escribiéndolas.

Así que el fin de semana pasado, se me ocurrió tomar la cámara con la batería bien cargada, un par de tarjetas de memoria, y tras llenar el depósito del coche, salir disparado a pasar un día de "safari" en Murcia.

No es que sea un aficionado acérrimo de la Semana Santa, pero sí es verdad que muchos de sus pasos, creados por ese genial escultor que fue Salzillo, son dignos de verse, y además Murcia tiene un conjunto monumental nada despreciable, así que no lo dudé. Mi conclusión es que he de volver, entre otras cosas porque me consta que hay grandes puntos de interés por toda la provincia.

El domingo pasé un apacible día de paseo, fotografía y contemplación en la ciudad, que ya conocía un poquito por tener familia allí. Y pronto obtuve la recompensa a tan largo viaje. Estaba agachado en medio de la acera, absorto en la contemplación de la portada del museo Almudí, especialmente en una bella escultura en forma de mujer en bicicleta, calculando mentalmente los ajustes de la cámara para hacer una foto en la que la bici diese sensación de movimiento, cuando escuché una voz femenina que me decía:

Perdona, tengo que pasar...

Me incorporé y ante mis ojos apareció una chica alta, de cabello lacio y rubio, con unos preciosos ojos azules y una mirada penetrante. Llevaba una túnica de un verde oscuro muy elegante, y un capuz dorado en su mano derecha.

Tengo un poco de prisa, me dijo, mientras yo la observaba de arriba abajo, y entonces, no sé por qué, lo hice:

Espera, tienes mucha mucha prisa? como para una foto?

Realmente no recuerdo lo que me contestó, ni sí ni no, sólo que con todo el descaro del mundo, ajusté la exposición, encuadré, y disparé a todo lo que dió la ráfaga de la cámara.

Lástima que con la turbación del momento, ni siquiera se me ocurrió pedirle permiso para publicarla... Estas fotos, 7 para ser exactos, pasan a partir de hoy a formar parte de mi tesoro privado.

Me pregunto quién sería esa chica, y si algun día la volveré a ver...

Este post está aquí rompiendo mi tregua, porque así lo han deseado y manifestado abiertamente 3 mujeres: Ana pepinillo, Musicalera y la niña del sur... a las tres, un abrazo, y gracias por pasar!