viernes, 15 de octubre de 2010

mAmá


Me lo dijeron tus ojos, cansados, agotados, suplicantes, pero yo, estresado, no me di cuenta

Me lo dijeron tus manos, hinchadas, pero yo, preocupado, no lo advertí

Me lo dijeron tus plantas, sedientas, sin regar desde hacía días, pero yo, distraido, no me percaté.

Me lo dijeron tus cosas, desordenadas, cuando lo normal era lo contrario, pero yo, entretenido en volverlas a ordenar, no le eché cuenta.

Me lo dijiste tú misma, cuando me cogiste el brazo y me dijste: "estoy peor de lo que me imaginaba". Pero yo, optimista, no te hice caso.

Solo cuando me lo dijo mi hermana ayer entre sollozos: "Mamá se acaba de morir". Sólo entonces fui consciente. Y no sé si era ya demasiado tarde, o si me has oido hoy cuando he besado tu frente fría, y sin articular palabra te he pedido perdón por todo lo que te he hecho sufrir. Por todas mis equivocaciones. Por haber sido tan ciego, sordo, y también mudo y no haberte dicho más veces y más alto que te quería.

martes, 5 de octubre de 2010

lA eScalera dE sAramago


Algo había notado ya al entrar esta mañana. La inclinación hacia la derecha de esos peldaños con borde de madera. Mientras subía pensaba: Hay que ver cómo se construían las casas antes. En los tiempos en que no existía el hormigón.

Poco después una habitante del edificio me lo ha contado. Esta escalera fue transitada en ocasiones por el propio José Saramago. Y el caso es que ha sido el azar el que nos ha llevado a acabar hablando de él. Ahora entiendo la inclinación de los escalones, doblados, sin duda, por el peso de un gran escritor como ese.

Igual a alguien le parece una tontería, pero para mí, ha sido el gran detalle del día, y me alegro de haber conocido a esta mujer, y de todo lo conversado. Es lo bueno que tiene mi trabajo.

sábado, 2 de octubre de 2010

aYer sAlvé lA vIda dE...

...de nadie.

Lo que me pasó ayer es digno de contarse. Y luego cada cual ría o llore a su particular discrección.

Caminaba por una concurrida calle de esta ciudad, antaño avenida de 2 carriles por sentido y tráfico denso, hoy convertida en una zanja más parecida a un campo después de la batalla, con carriles alternativos serpenteantes y cientos de vallas con rótulos que advierten de las obras de construcción del metro. Cuando llegó el momento de cruzar, bueno, no sé si habéis atravesado alguna vez una distancia larga cargados de bultos y herramientas hasta los ojos. Lo que más importa en esos momentos es ir lo más rápido posible, sobre todo mantener una velocidad "de crucero" constante, para que la marcha se haga lo menos tediosa posible, y llegar cuanto antes a destino. Así que uno suele cruzar los semáforos en rojo, en rojo para los peatones, se entiende, teniendo cuidado de vigilar que cuando cruzas te da tiempo. Sé que está muy feo, pero es la verdad.

El caso es que me puse a cruzar en rojo, mientras advertía que no muy lejos se acercaba un autobús urbano, pero calculé que apretando un poco el paso, cruzaría sin problemas. Tras unos pasos más ligeros de lo habitual, consideré que había rebasado esa zona de peligro, cuando me di cuenta de que de frente a mí avanazaba una mujer de unos 50 años, a paso decidido, mientras el autobús se acercaba. La valla metálica de las obras tapaba su visibilidad, por lo que empecé a tener la sensación de que la mujer podía interponerse en la trayectoria del autobús. Unas milésimas de segundo después vi que la mujer no tenía intención de parar y que el autobús estaba cada vez más cerca, y empecé a preguntarme si la mujer pararía o no. Cuando la mujer, a la vez que yo entraba en la acera, empezó a rebasar mi posición a paso decidido, alargué el brazo mientras le gritaba: "cuidado!!!" y la sujeté, con gran esfuerzo, con lo que bloqueé su marcha y la obligué a pararse.

Ella me miró con cara de asombro, y señalándome el semáforo me dijo: pero si está verde!

Todos los peatones que nos rodeaban me miraban con cara de: "y este gilipollas qué coño hace?" El conductor del autobús urbano, detenido ya (estaba parando y yo no lo advertí) también miraba como diciendo: ¿qué ocurre?

Solo acerté a decir: Lo siento, perdóneme, creí que la atropellaba, lo he visto venir tan rápido y usted no paraba... Ella sonrió y me dijo: muchas gracias, y continuó su marcha.

Yo continué andando sintiéndome el tipo más ridículo del mundo, y a punto de echarme a llorar. No entiendo por qué, ni entiendo el motivo de esto que me ha pasado. Igual os parece una estupidez, pero a mí me afectó bastante...