viernes, 3 de diciembre de 2010

rEmigio

Hace días que una estúpida historietilla me da vueltas a la cabeza, y no terminaba de dar con el estilo narrativo. La inclusión reciente de una de mis fotos en el blog de Rombo (Gracias Rom!), que es cada vez más un genialmente elaborado compendio taxonómico de entrañables personajes tremendamente raros con los que en el fondo todos nos sentimos identificados, me ha dado la chispa para decidir contar la historia al estilo Rombo (aunque he de reconocer que el final es más estilo niña del sur...) Vaya, pues, como homenaje a mis dos queridos compañeros de viaje, en este curioso triunvirato que Sara ha establecido en los enlaces de su blog, de niños escritores. Reconozco que me produce una vanidad indescriptible ser el 50% de los enlaces de esta enferma de las letras.

Remigio era un viejito que habitaba en el barrio de las flores. Viudo desde hacía una cantidad de años que era incapaz de recordar, solo conservaba de su difunta Benita dos cosas: una hermosa alianza de bodas en el anular de su mano derecha (guárdala por si alguna vez pasas necesidad y la tienes que vender, solía decirle ella) y una desmedida devoción por el ahorro, que ella le inculcó. Debido a esto último, Remigio tenía una curiosa afición, que él más bien consideraba un acto de civismo: esta afición consistía en reciclarlo todo. Pero reciclarlo todo, llevado hasta el último extremo, de modo que todos los días Remigio bajaba a la plaza ajardinada del barrio, y vaciaba todas las papeleras en una especie de carrito que se había construido con una gran bandeja en lo alto, y durante horas clasificaba todos los desechos. Luego, los depositaba en su contenedor correspondiente. Obviamente, las inmediaciones de la casa de Remigio estaban limpias como una patena. Lo vecinos, que ya conocían de su afición, cuando pasaban por allí ya no se atrevían a tirar nada a la papelera (por no decir al suelo!) y directamente depositaban sus papeles, chicles, etc, en la bandeja de Remigio: Buenos días Remigio, dónde dejo esto? Es un paquete de pipas vacío...

Incluso algunos ya habían aprendido a distinguir todas las categorías de desechos establecidas por Remigio, de modo que cuando llegaban con su lo-que-fuera, lo depositaban directamente en el montoncito correspondiente.

Hace dos semanas Remigio murió, de lo que suelen morir la mayoría de los viejos: de viejo. Los policías locales que acudieron a su casa, avisados por los vecinos cuando las papeleras del parque empezaron a rebosar, lo encontraron plácidamente fallecido en su cama. En uno de sus bolsillos había una nota metida en un sobre con la inscripción "a mis vecinos". El astuto Remigio sabía ya que se moría...

La nota decía lo siguiente: No tengo familia. Por favor, reciclad mis cosas del modo que estiméis más conveniente y responsable, incluido yo.

Así que los vecinos, obedientes, repartieron entre los más pobres del barrio sus muebles, ropas, y pocas pertenencias. Incluso a él lo enterraron desnudo y sin caja, sabiendo que a él le gustaría ser poco a poco reciclado por la tierra. Las ropas que llevaba puestas se las dieron a un pobre que solía pedir a la puerta de la iglesia, a la salida del funeral. Y la alianza... la alianza se la quedó el cura.

7 comentarios:

  1. Sencillo relato que cala hondo. La puntada final es un 10.

    Bessiis

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  2. Gran historia. Me encanta la frase final!!!

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  3. Impresionante! :) muy bonita, estilo Benedetti :)la frase de Benita clavá (y la última, sencillamente tan real!). Besazo!

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  4. Por cierto rayajo, vengo de ver el blog de Rom y su historia "ellos" y he pensado que para cuando la historia de ya sabes quien! (me he abstenido de hacer comentarios en ese sentido para no desvelarla, pero tienes que hacerla YA!, ajja)

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  5. La introducción me ha puesto los pelos de punta !!!!.
    Y el relato también... Espero que este blog vuelva a recuperar el ritmo de la regularidad; ya que la calidad jamás la ha perdido.

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  6. Genial. Lo del cura... pues, eso: genial :-)

    M

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