domingo, 13 de septiembre de 2009

qUé rOllo eS cUando sE aCaba eL aMor



Por aquí ando sentado en mi ordenador, recién levantado, después de haber dormido unas 13 o 14 horas del tirón, porque la noche del viernes salí de cumpleaños y me fui directamente del pub a trabajar, con lo que tenía algo de sueño atrasado.

Me he puesto a leer los blogs de la familia y entre uno que he leido por ahí, y una conversación que tuve muy en confianza ayer con una buena amiga, hoy acabo de llegar a la conclusión que se puede leer en el título.

Los seres humanos somos así de gilipollas: Nos encaprichamos de otra persona y hacemos el idiota a más no poder para estar a su lado. Lo grotesco de la situación se multiplica de modo exponencial en el momento que este sentimiento es correspondido, momento en el que tenemos a dos idiotas capaces de pasarse horas tan solo mirándose a los ojos. [La figura literaria precedente (<--- es decir, eso de ahí) se llama hipérbole] Efectivamente, exageraba. Realmente quiero decir que eso que pasa al principio es muy bonito, aunque esto es vox populi. Creo que a todos nos gusta enamorarnos y sentir ESO, aunque no creo que a partir de cierta edad/número de experiencias de este tipo a nadie le escape el hecho de que esa sensación es fugaz, y su intensidad corre el riesgo de ser directamente proporcional a la decepción que te llevas cuando descubres que esa otra persona no es como tú la habías disfrazado, sino como el/la es en realidad.

Esta primera decepción no es nada comparable a la horrible sensación de la primera vez que experimentas la ausencia de esa persona de la que, paradójicamente, ya estás hasta los cojones/ovarios. Es entonces cuando te invade la tristeza, durmiendo en una cama cuyo tacto, olor y anchura ya habías olvidado, o empapándote de la asquerosa soledad que invade cada rincon de tu casa, sabiendo que, pase lo que pase, ya nunca nada volverá a ser igual que al principio.

En fin, lo dicho, que qué rollo es cuando se acaba el amor, aunque todos sepamos que tiene fecha de caducidad: lo pone en el envoltorio, pero nunca nos molestamos en mirarlo.

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